sábado, 19 de agosto de 2017

SEMBRANDO HÁBITOS, CONSTRUYENDO RELACIONES


El Equipo de Orientación Escolar con apoyo de los profesionales del Equipo Psicosocial-Colsubsidio realizó recientemente una serie de talleres dirigidos a padres de familia y/o acudientes de ciclo inicial y uno, con el objetivo de brindar  herramientas y orientaciones generales orientadas al fortalecimiento de hábitos y manejo adecuado de pautas de crianza de los niños y niñas.

A continuación compartimos algunos de los elementos que se abordaron en este espacio. 
1. ¿Qué son las pataletas infantiles?

Las pataletas o rabietas infantiles son un estado de impaciencia y enfado, que puede originarse cuando las capacidades y/o habilidades de las niñas y los niños no les permiten obtener lo que quieren, siendo totalmente normales, necesarias e indicativas de un correcto desarrollo entre los 2 y 5 años, por lo que a esta edad no constituyen por sí mismas un trastorno.

2. ¿Cómo actuar ante una pataleta?

Para comenzar es preciso recordar que la Familia constituye el primer contexto de relación social, resultando especialmente relevante para la formación de vínculos afectivos, el desarrollo psicosocial y emocional del adulto, es por ello que ante situaciones de rabieta o pataleta, aunque los niños y niñas griten, peguen, lloren, arrojen objetos o se tiren al suelo, los progenitores y/o cuidadores son el principal Modelo de Aprendizaje acerca de la forma en que los pequeños aprenderán a resolver sus propios problemas en el futuro. Lo que has de hacer precisamente es alimentar la relación con tu hijo y proporcionarle experiencias sistemáticas que constituyan el fundamento de su fiel creencia en que tiene derecho a tu amor y afecto. En otras palabras, queremos que los niños sepan que pueden contar con que sus necesidades serán satisfechas.
 
 Mantener la calma: Cuando los niños se muestran reactivos y tienen dificultades para escuchar, a menudo es preferible estar callados. Hablar y hablar a nuestros hijos mientras
Están alterados suele ser contraproducente, pues estamos proporcionándoles mucho input sensorial que puede desregularlos más todavía. En vez de ello, es mejor utilizar más comunicación no verbal. Abrázalos. Masajéales la espalda. Sonríe u ofrece expresiones faciales empáticas. Asiente. Después, cuando empiecen a calmarse y estén preparados para escuchar, puedes redirigir introduciendo las palabras y abordando el problema en un nivel más verbal, más lógico.


Ponerse a su altura: El objetivo fundamental no es realmente el final rápido de la rabieta, sino ser emocionalmente sensible ante tu hijo/a y estar a su lado, es por ello que ubicarse de frente a su misma altura, hará que te perciba como una persona cálida y cercana, la conexión tiene que ver con superar los momentos difíciles y estar a su lado cuando sufran emocionalmente, lo mismo que si se hubieran lastimado la rodilla y padecieran dolor físico. 

Establecer contacto visual: Es ideal poder mirar fijamente a los ojos, pues el lenguaje no verbal trasmite firmeza y seguridad, educar a partir del afecto, sin maltrato.

Contacto físico: Si aportas empatía y tu presencia tranquila durante la rabieta harás que las cosas sean más fáciles y menos exageradas, tanto para ti como para tu hijo, y proporcionarás al pequeño la capacidad para manejarse mejor en el futuro, pues la sensibilidad emocional refuerza en su cerebro las conexiones integradoras que le permitirán tomar mejores decisiones, controlar su cuerpo y sus emociones, y tener en cuenta a los demás. Conectar es compartir la experiencia de tu hijo, estar a su lado, acompañarlo en este momento difícil. Con ello le ayudas a integrar su cerebro y le ofreces la regulación emocional a la que es incapaz de acceder por su cuenta. Después puede regresar a la corriente del río del bienestar. Le habrás ayudado a pasar de la reactividad a la receptividad, a construir el cerebro y a intensificar y fortalecer el vínculo que los une.


Habla con él o ella: Sabemos lo desagradable que puede ser un berrinche. Lo sabemos, no te quepa duda. Pero en el fondo todo se reduce a esto: ¿qué mensaje quieres enviar a tus hijos? Esto no significa que debas dejar al niño hacerse daño, romper cosas o poner a los demás en peligro. Todavía puedes, y debes, fijar límites. A un niño que arroja una figura de Bart Simpson contra un frágil despertador Hello Kitty no le dirás simplemente: «Hijo, parece que estás disgustado.» Una respuesta más adecuada será decir algo como: «Veo que estás alterado y te resulta difícil quedarte quieto. Te ayudaré.» Quizá tengas que cogerlo en brazos con tacto o guiarlo hacia el exterior mientras sigues conectando —valiéndote de la empatía y el contacto físico, recordando que él te necesita— hasta que se haya calmado. Una vez que tenga más control sobre sí mismo y se halle en un estado de ánimo receptivo al aprendizaje, puedes discutir con él lo que le ha pasado.





Los niños necesitan que fijemos límites y comuniquemos nuestras expectativas. Pero aquí la clave es que la disciplina debe comenzar con la educación de los hijos y la sintonización con su mundo interior, lo que les permitirá saber que sus padres les ven, les oyen y les quieren, incluso cuando estén haciendo algo malo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario